Lloré meses enteros, hasta llenar un pantano de grandes proporciones.
De hecho aquella primavera llovió una barbaridad. Nadie recordaba una primavera tan lluviosa.
Y no me extraña!, aquel pantano que llené produjo, con la subida de las temperaturas primaverales, tantas y tantas nubes, que el cielo no paro de llorar. Hasta que por fin se evaporaron todas las lágrimas que en él se contenían.
Cuando vayáis a la montaña, no os marchéis sin visitar el pantano, ahora devenido en charcos y ramas secas de árboles arrastrados por corrientes. Los alrededores son preciosos, pues con tanta humedad ha crecido mucha vegetación, y en ella y de ella vive gran cantidad de fauna. Fauna pequeña y vivaracha, fuerte y sana.
Sabréis que se trata de mi pantano porque hay un cartel que reza:
PANTANO DE LAS LÁGRIMAS DE BÁRBARA.
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